bodas

27.09.2013 15:05

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Para siempre… ¿así será?

Por: Pilar Obón

Hay algo que no debería pasar, pero que sucede en una aterradora cantidad de casos. Ve por ejemplo a los recién casados. Se ven felices, con los ojos brillantes, los dos muy arregladitos, tienen la casa hecha una monada, van por la calle agarrados de la mano, derraman miel a cada paso. Y ahora ve a muchos de los matrimonios que ya tienen algunos años. Él está panzón, ella está descuidada, convertida no en una mujer, sino en una matrona. No se agarran de la mano ni para cruzar la calle, cuando están con la gente apenas si se hablan, ya no digas intercambian una sonrisa o bueno, una mirada. Parece como que no tienen mucho en común y, en términos generales, consideran al matrimonio como un yugo impuesto más que como algo que, hace muchos (o pocos) años, realizaron de mutuo acuerdo, llenos de amor y de ilusiones.
Los cínicos explican esto con un "es que ya llevan mucho tiempo de casados". Como queriendo decir que una vez que el asunto pierde novedad, entran la rutina y el aburrimiento. Como si convertirse en esposos significara que el lazo se transforma en cadena, la ilusión en un sueño bodas olvidado y la vida en un irla pasando.
Afortunadamente esto no ocurre en todos los casos. Existen en este mundo millones de parejas felices. Parejas para las que convertirse en esposos fue una auténtica bendición. Yo puedo hablarte por lo menos de tres.
El burro por delante. Tengo una prima que lleva casada con su "Manuelito" la friolera de treinta años. Tienen tres hijos, todos casados ya. Cuando van por la calle, Manuelito y mi prima caminan agarrados de la mano, o enlazados por la cintura. Les dan las quinientas de la noche platicando, ambos tratan de mantenerse en forma y de arreglarse, y cada aniversario, se pierden tres días para el resto de la humanidad. ¡Y cómo se miran!
Hace no mucho, pregunté a una amiga por su hermana, a quien no veo desde hace cuatro años que se casó. Mi amiga me contestó: "Ella y Raúl son muy felices. Siguen siendo aquellos novios que se escapaban de fin de semana".
Y bueno, aquí llegamos a la frase... ¡clave!
Siguen siendo aquellos novios...
La verdad es que existe la tendencia, no general, pero sí muy marcada, a aflojar un poco la relación cuando pasan de ser novios a convertirse en esposos. Como si el hecho de haberse casado les otorgara una garantía vitalicia de buen funcionamiento conyugal, y les impusiera la obligación de aguantarse mutuamente (en realidad, les da el derecho de ser felices juntos). Mucha gente siente, equivocadamente, que una vez firmado el papelito, ya no tienen que esforzarse por hacer avanzar la relación; en consecuencia, cesan automáticamente de realizar cualquier esfuerzo por conquistarse mutuamente. El se deja engordar, ella también, o cuando menos, ya no se arregla como antes para él. Desaparecen los detalles bonitos, los elementos de conquista e, incluso, de seducción. Hacerle su cena se convierte en un tormento, y él, en vez de llevarla a comer a un bonito lugar el fin de semana, solos, invita a sus amigotes a ver el futbol. O sea... ¿qué te puedo decir? ¡Ejemplos hay miles!
Muchos cometen el error de pensar que casarse viene siendo algo parecido a adquirir un título de propiedad. Si tú compras una casa, y la pagas completamente, nadie podrá quitártela. Y puedes hacer con ella lo que te dé la gana, porque es tuya. Puedes cuidarla y mantenerla en buen estado, hacerle mejoras y conservarla bella y valiosa, o puedes descuidarla y dejar que se convierta en una ruina.
Bueno, sí existen ciertas similitudes con una relación. También puedes cuidarla y mejorarla, y también puedes dejar que se estropee hasta convertirse en un montón de escombros. Pero, a diferencia de una casa, una persona sí puede alejarse de tu vida si de pronto siente que ya no la amas. Las casas no tienen voluntad, las personas sí. Y el acta de matrimonio no es ninguna garantía de buen funcionamiento. Entre otras cosas, porque no te reemplazan el producto que sale defectuoso.
Así que, como ves, tu matrimonio es en realidad el comienzo de la historia. No se trata de convertirse en esposos y dejar de ser novios. El verdadero secreto de la felicidad es convertirse en esposos, y seguir siendo novios toda la vida.
¿Y cómo?
¿Cómo eres en este momento con tu novio? ¿Y cómo es él contigo? Seguramente, primero muerta que dejar que te vea con la mascarilla de barro, o en fachas. Y él también trata de mostrarte su mejor aspecto. Cuando se enojan, no convierten el pleito en una batalla, sino que tratan de solucionarlo. Cuando uno de los dos cumple años, el otro lo festeja. A veces, se dan un regalo porque sí. Se dicen cosas tontas y encantadoras, buscan los rincones obscuros para darse un beso, comparten sus secretos, sus planes, sus ilusiones, buscan tiempo para estar solos y siempre, siempre, buscan agradarse. Tratan de ayudarse y de apoyarse mutuamente. El es para ti, en este momento, la persona más importante de tu vida, y tú lo eres para él. Ambos son el sueño del otro.
Bueno, pues se trata de seguir siendo como son uno con el otro en este momento. ¡Sigan siendo novios siempre! No dejen que la inevitable rutina, o la convivencia, o los problemas de la vida diaria cambien esa actitud de conquista, de amor, de amistad, de complicidad, de compañerismo.
Muchos matrimonios caen en lo que podemos llamar una lucha de poder: ver quién puede dominar a quién. Lejos queda el amor con todos sus detalles y sus pequeños, grandes momentos de felicidad. Y se me ocurre que el verdadero sentido de casarse no es adquirir un enemigo, sino construir un hogar. ¿Y qué es un hogar? Para mí al menos, es el lugar que constituye el núcleo y la escencia de tu vida privada. El sitio donde te sientes segura, protegida, amada. Donde están tus cosas queridas y, principalmente, bodas la persona que da a tu vida un nuevo sentido. Es no solamente el sitio, sino la vida que compartes con esa persona.
Un hogar se forma, principalmente, con amor. Sin eso no hay nada. Y el amor es, en serio, la proverbial plantita que necesita de los cuidados y los esfuerzos de ambos, no sólo para sobrevivir, sino para crecer y dar flores y frutos.
Ser esposos, y seguir siendo novios es también la fórmula perfecta para ser un éxito completo como pareja. ¡Compruébenlo!


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