bodas

27.09.2013 15:05

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SALGAN ILESOS DE LAS PEQUEÑAS PELEAS
Por: Pilar Obón
En realidad, la vida se construye con pequeños momentos, ¿no? Bueno, pues con la felicidad matrimonial ocurre exactamente lo mismo. Pequeños bellos momentos pueden construir una relación estable, sólida y feliz, mientras que pequeñas peleas pueden, a la larga, construir una montaña de grandes problemas.
No estoy hablando aquí de los importantísimos temas en los que la mayoría de las parejas actuales se ponen de acuerdo. Cosas de gran relevancia como cuántos hijos tener, en qué religión educarlos, cómo organizar el ingreso, si comprar o rentar y todo eso. No. Más bien estoy hablando de esos bodas detalles mínimos en los que nadie piensa en ponerse de acuerdo, y que cuando comienza la convivencia, pueden causar una irritación que, aunque no acabe con el matrimonio, sí puede desatar conflictos, y hasta guerras.
Te apuesto a que nunca, por ejemplo, han pensado en algo tan cotidiano como la ropa sucia. Seguramente ya tienes un hermoso cesto dónde ponerla, mientras que tu futuro esposo intenta desperdigarla por el cuarto, como siempre lo ha hecho. Y puedo apostar que jamás han hablado de quién debe cambiar el rollo de papel de baño cuando éste se acabe. O para qué exactamente deben usarse esas toallas de papel decorado que no pueden faltar en la cocina, y que los hombres usan para limpiar el cenicero del coche y no para escurrir los alimentos.
Bueno, pues he aquí una guía rápida y bastante efectiva, no tanto sobre las cosas que causan el conflicto (pueden ser millones distintas), sino la actitud que debes tener hacia ese tipo de broncas, precisamente para evitarlas y lograr, con tu esposo, no solamente una relación feliz, sino una convivencia pacífica. ¡Sigue leyendo!
Asume tu parte de la responsabilidad.
Tú tienes una misteriosa tendencia a perder las llaves, lo que conduce a una frenética búsqueda de dos horas –con el consabido pleito—cada vez que van a salir. Él decide ayudarte y coloca un gancho junto a la puerta para que cuelgues tus llaves ahí. Tu parte de la responsabilidad es hacer un esfuerzo sobrehumano para colgar tus llaves en dicho gancho y no dejarlas tiradas Dios sabe dónde. Si cada uno pone de su parte, las cosas funcionan mucho mejor.
Una tú, una yo.
A ti te encantan las películas de amor. Él prefiere las películas de asesinatos. Esto constituye un problema a la hora de rentar un video para el fin de semana, o al ir al cine. En vez de pelearse, recurran a la democracia, y lleguen al acuerdo de que una vez verán las películas que a ti te gustan, y la siguiente las que él prefiere. O un sábado se quedarán en casa a ver el fútbol, y al otro saldrán a comer. El tomar turnos es buena idea, sobre todo cuando dos que viven juntos tienen gustos diferentes.
No obligar.
A él le choca acompañarte cuando vas de compras. Tú te aburres tremendamente en sus partidos de fútbol americano. Bueno, pues no lo obligues a ir contigo al centro comercial, y él no podrá obligarte a ir al fútbol. A fuerzas ni los zapatos entran, y esta es una verdad universal. Pero, ni tú te enojarás cuando él se vaya al partido, ni él se sentirá cuando decidas irte de compras. ¡Libertad ante todo!
Vamos, hazlo tú.
Le has pedido cien veces que saque la basura, y él siempre se olvida de hacerlo. Y ni hablar de que pase por la tintorería, porque se le borra el disco cada vez que queda de recoger la ropa. Bueno, no discutas. Simplemente, hazlo tú. Cabe la posibilidad, bastante real, de que él se sienta culpable y lo haga la próxima vez. Ahora que si se porta comodino y se queda muy contento con que tú lo hagas, tendrás que asignarle otros deberes que sí deberá de cumplir.
¿Mucho qué hacer? ¡Hagan un sorteo!
Hay que poner la ropa en la lavadora, ir al súper, a la tintorería, al banco, a pagar el teléfono… ya sabes, la cosa nunca termina. Y como son dos, no es justo que uno lo haga todo. Así que apunten en papelitos todas las tareas, échenlos en un jarrito, y saquen sus papelitos a ver bodas qué les toca hacer.
Déjalo que lo haga a su manera.
Si él se acomide, digamos, a poner los trastos en la lavavajillas, favor de no estarlo corrigiendo. Yo sé que tú quieres poner los vasos en determinados lugares, los platos donde deben ir y así, pero él puede tener otra idea. Si él es quien está realizando la labor, déjalo que lo haga a su modo y no lo critiques ni lo corrijas, porque si lo haces se sentirá inútil, y es muy probable que, la próxima vez, haga huelga de manos caídas. Ahora que si realmente no te gusta cómo lo hace, entonces hazlo tú.
Si tú… entonces yo…
Tú dejas el champú destapado, de modo que cada vez que él lo va a usar, se echa encima media botella. Y él aplasta la pasta de dientes por la mitad. Hora de un acuerdo: yo tapo bien el champú, si tú aplastas la pasta por el extremo. Esto se llama compromiso, y se supone que ambos deben de cumplirlo.
Trata de ser específica.
O sea, dile qué quieres. Esto no solamente funciona en el sexo, sino también en la vida cotidiana. Si tú le dices: “por favor ve al súper y trae algo para cenar”, no te extrañe que llegue con las cosas más extrañas: una lata de mejillones, galletas, dos botes de cerveza y un puré de tomate que compró en un último impulso. Mejor dile: “por favor ve al súper y trae un paquete de tortillas de harina, una salsa mexicana, queso Oaxaca y jamón”. ¿Qué te cuesta?
No seas tan exigente.
Okay, tú casa no es exactamente una casa de revista, con todo en orden, limpio y precioso. Es una casa normal, donde hay vida, y actividad, y no siempre se puede tener como una tacita de plata. Así que no te la pases con el trapo sacudiendo hasta la mínima mancha, ni lo regañes si deja una colilla en el cenicero. Bájale a tus exigencias, porque la verdad es que tú quieres que él sienta que vive en un hogar, y no en un museo.
Opta por la solución más obvia.
Tengo una amiga cuyo marido dejaba la ropa sucia por toda la casa. Después de pleitos infinitos, acabó por comprar varios cestos, uno para cada habitación, de manera que él tuviera dónde echar sus trapos. Él hizo su parte, y tiraba la ropa en los cestos en vez de hacerlo sobre los muebles o en la alfombra.
Busca el momento oportuno.
Por favor, no llegues a echarle pleito porque no recogió los trastes del desayuno en el momento en que el pobre está debajo del coche haciendo talacha. No se te ocurra pedirle que limpie los vidrios el día en que van a pasar la final del campeonato de fútbol. Todo tiene su momento más adecuado. De hecho, dicen que la mejor hora para tratar esos asuntos es cuando ambos están relajados y ya han superado las tensiones del día.
¡No le digas “te lo dije”!
Si los hombres hicieran más caso a sus esposas, no tendrían tantos problemas. Nosotras somos mucho más intuitivas para saber cuándo algo huele mal. Si él mete la pata después de que se lo advertiste, no le digas “te lo dije”, porque eso sólo lo hará sentirse todavía peor.
Di “por favor” y “gracias”.
Tú tratas de ser cortés y amable con la mayoría de la gente, ¿no? Entonces, ¿por qué no serlo con el amor de tu vida?
Aprende a vivir con ello.
Si él tiene una maña que simplemente no le puedes quitar, bueno, aprende a vivir con ella. Tolerancia es una palabra mágica en todas las relaciones, y si logras que ese pequeño detalle no te moleste, estarás demostrando el amor perfecto que sientes por ese increíble hombre imperfecto.


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