bodas

27.09.2013 15:05

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Pleitos de cobijas.
Por: Pilar Obón

SECUNDARIA: La cama, aunque se usa para muchas otras cosas, sirve principalmente para dormir, y puede convertirse en un auténtico campo de batalla.
TEXTO:
Dormir juntos es quizás una de las cosas más difíciles de vivir con otra persona, sobre todo si ambos han estado acostumbrados a dormir solos en una cama. Las quejas a este respecto son estrepitosas:
"¡Mauricio se envuelve en las cobijas como tamal! Todas las noches acabo destapada, con un frío de los diablos."
"Lourdes me patea toda la noche. He intentado por poner una almohada entre los dos, pero no sirve de nada."
“Ronca como un orco. Tengo que dormirme antes que él para que cuando comience a roncar, yo ya esté profunda. Si él se duerme primero, entonces ya estuvo que pasé la noche en vela."
Esto fue un pequeño botón como muestra. Los testimonios son reales, aunque se dice el pecado, pero no el pecador. La lista sigue interminablemente: uno que se acalora porque la otra se le echa encima dormida, otra que se queja de que su marido cena en la cama y le deja todo lleno de migajas, dos que están a punto del divorcio porque él se queda viendo la televisión hasta las quinientas y ella no puede dormir...
La verdad de las cosas es que esto de dormir juntos es casi un arte, y uno de los temas fundamentales para ser felices por siempre jamás. Y créanlo o no, la alegría del hogar puede salir despavorida por la ventana del dormitorio cuando los pleitos de cobijas se convierten en un problema mayor.
Problemas y soluciones.
Desde luego, hay tantos pleitos distintos como personas existen en este planeta, porque cada quién tiene sus manías particulares. Pero haciendo un recuento, podemos lograr un panorama de los conflictos más usuales.
* Los ronquidos. Estos se llevan las palmas entre los pleitos conyugales. Generalmente es el hombre quien ronca más y con mayor sonoridad (cuestión de dimensiones de la caja de resonancia de la tráquea), aunque hay mujeres que no roncan mal las rancheras. El tener a alguien roncando junto a ti, mientras tú no puedes conciliar el sueño debido al estrépito, genera sentimientos casi asesinos de rencor. Sobre todo porque el roncador parece estar durmiendo tan a gusto a costa de tu sueño... Lo peor, claro, es que en la mañana, el susodicho roncador niega rotundamente que sea capaz de producir semejantes sonoridades nocturnas. Como puedes suponer, después de varias noches sin dormir por este motivo, aun el matrimonio más sólido comienza a deteriorarse.
Cómo resolverlo: La solución no es irse a dormir a otro cuarto, bodas por más tentación que sientan de hacerlo. Aunque muchos médicos sostienen que los ronquidos exagerados son signo de que existe algún padecimiento, hay gente perfectamente sana que ronca fuertísimo. Por lo común, esto es defecto de posición. La gente suele roncar cuando está acostada boca arriba, así que hay que voltear al roncador. También funciona a veces darle una pequeña sacudida (pequeña) para que cambie de postura. Es necesario conseguirle una almohada baja, para que su cabeza quede casi al mismo nivel que su cuerpo. Y tratar de evitar el consumo de alcohol, tabaco y café antes de dormir. Si con todo esto el roncador persiste en su escándalo, bueno... ¡provéanse de unos bueno tapones para los oídos!
* La diferencia de hábitos. A ti te gusta quedarte leyendo hasta la madrugada, y él no puede dormir por la luz. Ella tiene la costumbre de dormirse con la tele prendida (se despierta si la apagas) y tú no te duermes ni a patadas. Él cena en la cama y deja la mitad del pan esparcido en las cobijas. Ella se duerme con las gallinas y tú eres ave nocturna. Él acostumbra bañarse antes de dormir y tú te vas a la cama con la cara llena de crema, cosa que a él lo pone como erizo.
Cómo resolverlo: Es absolutamente necesario conciliar todas estas diferencias de hábitos. Dicen los expertos que la recámara de una pareja debe utilizarse para dos asuntos fundamentales: hacer el amor y dormir (no necesariamente en ese orden), ¡nada más! Todo lo extra que cause conflicto debe ser eliminado. Por ejemplo, la televisión. Si dicho aparato está en camino de ser el responsable de un divorcio, hay que sacarlo del cuarto. Puede quedarse sólo si ambos lo disfrutan y no causa conflictos.
Otra cosa no recomendable es cenar en la cama, por mucho que les agrade. Cenen fuera del dormitorio y aprovechen ese momento para platicar cómo les fue durante el día, o para dialogar, o simplemente para estar juntos.
Ambos deben ceder un poco en el sentido de cambiar los hábitos que puedan molestar al otro. Nada te cuesta, por ejemplo, leer a otra hora, o hacerlo durante un rato fuera del cuarto.
En cuanto a los hábitos de limpieza, bueno, ¡no te duermas con la cara llena de crema! Tampoco tienen que bañarse si no se les antoja, pero es necesario hacer un esfuerzo por realizar un pequeño ritual de higiene antes de acostarse.
Queda el problema del horario. Esto es cuestión de costumbre. Si uno suele dormirse muy temprano, y el otro muy tarde, hay que respetar esto o bien encontrar una hora media: uno se duerme un poco más tarde y el otro un poco más temprano, hasta que sus relojes biológicos entren en sintonía. Esto se adquiere con el tiempo, igual que todo lo demás.
* El pleito del espacio. Es muy común que uno de los dos jale todas las cobijas: es el pleito clásico. Otro conflicto es que uno ocupa demasiado espacio, obligando al otro a engurruñarse en un ladito de la cama, eso cuando no da un azotón nada romántico. O bien, se entabla una verdadera batalla de patadas, en la cual ambos pueden estar dormidos o uno puede estar dormido y el otro no, en cuyo caso el que está despierto lleva la ventaja, porque sus golpes son dirigidos conscientemente. Ya en serio, no suele ser fácil dormir con alguien cuando toda tu vida has dormido sin compañía.
Cómo resolverlo: No son las camas separadas, ¿eh? Es muy necesario que las parejas duerman juntas, porque se crea una comunicación especial (siempre que se resuelvan los conflictos). Por supuesto que lo ideal es que compren una cama grande, queen o king size. De esta manera pueden dormirse abrazados, pero tener espacio disponible para cuando cada quién necesite dormir a sus anchas. El problema es que muchas veces el presupuesto no alcanza más que para una cama matrimonial. En este caso (y también contando con una cama grande), hay que trazar una línea imaginaria en el centro de la cama (sí, sí, pintar tu raya). De aquí para allá es tuyo, y de aquí para acá es mío. Y tratar de hacer un esfuerzo consciente por no transgredir esa línea, a menos que ambos estén de acuerdo. El invadido tendrá derecho a despertar al invasor (con un beso, no con una patada) para que vuelva a su lado de la cama. Poco a poco, ambos bodas se irán acostumbrando a quedarse del lado que les corresponde.
En cuanto a las diferencias térmicas, o sea, si uno se acalora y el otro no, éste último no debe ofenderse si su pareja no quiere que le abrace. Otro conflicto térmico es la cantidad de cobijas. Uno se tapa con tres cobijas, y al otro le basta con la sábana. Bueno, pongan cobijas individuales y ya está.
* El despertador. ¡Típico! Suena el despertador, y ambos se hacen guajes. El aparato infernal sigue repiqueteando, hasta que uno de los dos se levanta en la furia completa para apagarlo. El pleito aquí es: "¡siempre tengo que levantarme yo a apagar el maldito despertador!".
Cómo resolverlo: Fácil. Una vez lo apagas tú, y otra vez lo apaga él. Aunque uno de los dos no tenga que levantarse tan temprano. ¡Todo en aras de la felicidad conyugal!
Lo que nunca debes hacer en la recámara.
¡Pelear! Seguramente ya sabes eso de que no hay que dormirse peleados. Bueno, pues tampoco hay que pelearse en la recámara. Si comienza a surgir una discusión, levántense y vayan a pelear a otro lado; sí, aunque ya se hayan acostado. El dormitorio es el mundo privado de una pareja; debe ser su refugio, su lugar especial. Y eso significa que su atmósfera no debe contaminarse con las vibraciones negativas generadas por un conflicto. ¡Debe ser un lugar de paz y de amor!
RECUADRO:
10 cosas prohibidas cuando están juntos en la cama:

  • Comer. Sobre todo, cosas que suelten migajas.
  • Pelear. Instalen en otro sitio el campo de batalla.
  • Trabajar. El cuarto es para descansar, y la cama, más.
  • Subir al perro. A menos que ambos sean del tipo “perro en cama”.
  • Hablar por teléfono. Y mucho menos, por el celular.
  • Apropiarse de todas las cobijas.
  • Apropiarse de todo el espacio disponible.
  • Empujar a tu pareja para que se vaya a su lado.
  • Dar codazos, patadas, golpes varios. Sí, aunque lo hagas mientras duermes.
  • Atrapar a tu pareja entre tus amantes brazos, cuando quiere dormir a pierna (y a cuerpo) suelta.